Artículo de Rafael Guerrero
En la actualidad es frecuente escuchar en
conversaciones tanto en casa como en las escuelas que aseveran de manera
contundente que “mi hijo tiene déficit de atención porque no se concentra en
las tareas escolares”, “a este niño le pasa algo porque sólo rinde cuando le
interesa” o “voy a ver si le llevo a algún sitio para que le hagan la prueba
del déficit de atención”. Y no tenemos en cuenta que el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, más
conocido por sus siglas TDAH, es un trastorno serio, muy serio, que
implica una desadaptación importante en la gran mayoría de contextos donde se
desarrolla el niño o el adolescente. De hecho, el TDAH es el trastorno más
diagnosticado en la infancia y en la adolescencia tanto por médicos como por
psicólogos. Hablar es gratis. Y todos hablamos del TDAH como si fuéramos
expertos en dicho trastorno, pero muy pocos saben realmente lo que es el TDAH y
sus implicaciones.
¿Qué es realmente el TDAH? Según el DSM-5, la biblia de los trastornos mentales, el TDAH está
encuadrado en los trastornos del desarrollo neurológico, o lo que es lo mismo,
los trastornos del neurodesarrollo. ¿Y esto qué quiere decir? Todos los
trastornos del neurodesarrollo implican una inmadurez en el desarrollo del
encéfalo. Y en el caso concreto del TDAH, ¿qué encuentran los estudios
científicos? Que el desarrollo del cerebro en estos niños y adolescentes tiene
un desfase o inmadurez equivalente a un 30-35%. ¿Y esto que supone en la
práctica? Pues que el niño de 15 años que está diagnosticado de TDAH y se le exige un
rendimiento académico equivalente a un chaval de su edad, tiene un
funcionamiento cerebral equivalente a un niño de 10-11 años, es decir, que
funcionalmente estaría en 5º o 6º de Educación Primaria. Por lo tanto, ese
desfase es muy significativo. Una de las muchas creencias que hay en relación
al TDAH es que son niños muy inmaduros. Claro que son niños inmaduros: tienen
un trastorno del neurodesarrollo, lo que implica que su desarrollo es un tercio
más lento de lo “habitual” o “normativo”. Por lo tanto, el TDAH es un trastorno
crónico, pero en función de los apoyos que reciba el niño o adolescente,
estaremos en presencia de mayor o menor problemática para el menor. Si somos
capaces, tanto los familiares como los maestros, de darles a estos niños las
“muletas” que necesiten durante el tiempo que las necesiten, estaremos
contribuyendo a que este niño se mueva en entornos adaptados. De lo contrario,
sólo encontraremos problemas, conductas desafiantes en todas partes y
sufrimiento, mucho sufrimiento.
Por lo tanto, el TDAH es un
trastorno crónico, pero en función de los apoyos que reciba el niño o
adolescente, estaremos en presencia de mayor o menor problemática para el menor
Si entendemos el TDAH como un trastorno del
neurodesarrollo llegaremos a la conclusión de que existen diferencias entre el
cerebro de un niño con TDAH y otro niño que no tiene TDAH. Son numerosos los
estudios que encuentran diferencias en varias estructuras del encéfalo, pero la
zona del encéfalo más inmadura y con mayores repercusiones en los niños con
TDAH es, sin lugar a dudas, la corteza prefrontal. Es por ello que
habitualmente digo que el TDAH es un trastorno, una disfunción o un problema de
la corteza prefrontal. ¿Y qué hay en la corteza prefrontal para que tenga tales
repercusiones? En dicha estructura es donde se localizan las funciones
ejecutivas, es decir, lo que nos diferencia cualitativa y cuantitativamente del
resto de las especies: concentración, control de impulsos, memoria operativa,
planificación, flexibilidad cognitiva, autorregulación emocional, toma de
decisiones, capacidad de auto refuerzo, conciencia, etc. Como podéis ver, todas
estas funciones ejecutivas están orientadas al futuro. Me concentro y controlo
mis impulsos porque eso supone una ventaja de adaptación futura que no
supondría no poder concentrarme y no controlar mis impulsos. Este es el motivo
por el cual considero que el TDAH es un problema adaptativo. En los niños con TDAH se observa que la dopamina y la
noradrenalina, dos neurotransmisores esenciales para la concentración y el
control de impulsos, son deficitarios si los comparamos con niños que no están
diagnosticados de esta patología. Si tuviera que elegir un sinónimo para TDAH
sería, sin lugar a dudas, autogobierno. El
niño y el adolescente con este trastorno tiene una dificultad para
autogobernarse, es decir, para hacerse cargo de sí mismo, motivo por el cual
precisa de refuerzo y seguimiento externo en todo momento.
Los síntomas de este trastorno son de sobra conocidos por
todos: dificultad para concentrarse, hiperactividad, impulsividad, dificultad
para reconocer y regular sus emociones, baja tolerancia a la frustración,
rigidez cognitiva, necesidad de estímulos y refuerzos externos, dificultad en
la toma de decisiones, pobre lenguaje interno, baja auto motivación, poca
perseverancia, etc. Todos estos síntomas que en mayor o menor medida están
presentes en los niños y adolescentes con TDAH se deben a esa inmadurez de la
corteza prefrontal. No son capaces o tienen verdaderas dificultades a la hora
de hacerse cargo de sí mismos (autogobierno). El
TDAH es uno de los pocos trastornos en donde la manifestación o expresión de
los síntomas es criticada y señalada por los demás. A nadie se le ocurre
señalar a una persona invidente por tener dificultades para desplazarse de un
sitio a otro, pero en el caso del TDAH, los síntomas (hiperactividad,
dificultades de concentración, regulación de las emociones, etc) sí que es algo
que se señala y les estigmatiza.
Si nos preguntamos por la frecuencia de este trastorno
en nuestros jóvenes, la mayoría de los estudios concluyen que se da en un 5-7%
de los escolares, lo que supone que en cada clase de primaria o secundaria hay,
de media, uno o dos alumnos con TDAH. Además, aunque el diagnóstico sea de TDAH, existen tres presentaciones o
subtipos diferentes de TDAH: inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado.
¿Sabéis cuál es el más frecuente? El TDAH de subtipo inatento es el más
frecuente pero es el que menos se detecta y se diagnostica porque es el menos
visible (síntomas internalizantes). También debemos tener en cuenta que este
trastorno es más frecuente en niños que en niños. Hay tres o cuatro niños por
cada niña con TDAH.
¿Y cuáles son las causas el TDAH? La mayoría de estudios
concluyen que el factor que tiene mayor peso en este trastorno es la genética
por encima del ambiente. Ahora bien, sabemos por los estudios epigenéticos
(cómo el ambiente influye y moldea los genes) que el ambiente (padres, escuela,
profesores, grupos de iguales, medios de comunicación, normas y límites, etc)
es determinante en la expresión del TDAH.
Y ya para acabar, me gustaría dedicar unas palabras a
la evaluación y el diagnóstico del TDAH. La evaluación del TDAH, y de cualquier
otra patología, requiere de tiempo, cariño y dedicación. No existe la prueba
del TDAH. No podemos administrar una única prueba, como si fuese un test de
embarazo o un alcoholímetro, para ver si realmente el niño lo tiene o no. Este
trastorno se evalúa y se diagnostica mediante un juicio clínico, ya que tenemos
que valorar cómo y cuánto influyen la manifestación de los síntomas sobre el
día a día del niño (adaptación vs desadaptación). El problema que tenemos hoy
en día es que, en ocasiones, estamos diagnosticando el TDAH en base a
los síntomas que presenta el niño.
Pensemos en la siguiente situación. Los
padres de Juan están tendiendo desde hace un año un divorcio muy convulso y
complejo; por otro lado, la dinámica familiar de Sara es un verdadero caos, ya
que no hay normas, límites, cariño explícito, sus padres apenas pasan tiempo
con ella puesto que trabajan hasta tarde, etc. ¿Veríais normal que tanto Juan
como Sara se mostrasen dispersos en el colegio, se comporten de manera impulsiva,
les cueste regular sus emociones, baje su rendimiento académico de manera
significativa y se encuentren desmotivados? Casos como los de Juan y Sara están
siendo diagnosticados a diario como TDAH. Por este motivo es imprescindible que
no se diagnostique este trastorno solamente en base a la expresión o
manifestación de sus síntomas. Dediquemos tiempo y cariño a nuestros niños con
TDAH o con posibilidad de tener TDAH para valorar si realmente se trata de un
caso de TDAH o no. Ellos lo merecen, y sus familias, que sufren con ellos,
también.
*RAFAEL GUERRERO TOMÁS es psicólogo y doctor en educación.
director de Darwin psicólogos y autor
del libro “Educación emocional y apego. Pautas prácticas para gestionar las
emociones en casa y en el aula” (2018).
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