Se ha comentando estos días en las reuniones de Equipos Docentes en relación con algunos alumnos y alumnas que, después del Instituto, tienen una cargada “agenda” de actividades complementarias y extraescolares: están desbordados.
Un gran porcentaje de nuestro alumnado participa en este tipo de actividades, y es por ello que las que se programan en el “Plan de Familia” y se realizan en horario de tarde en nuestro centro, han tenido siempre una escasa acogida: la razón principal es que “ya participan en otras cosas”.
Tos los años a comienzo de curso, después de las primeras semanas de rodaje, no faltan padres y madres que nos consultan sobre la conveniencia o no de que sus hijos e hijas acudan al Conservatorio, a clases particulares, a la academia de inglés, a una Escuela Deportiva, a ensayar en la banda, a entrenar en un equipo, a asistir a clases de ballet…
No puede haber una respuesta uniforme a estas preguntas que siempre respondemos en función de cada alumno/a, después de consultar con el profesorado su marcha escolar e incluso después de entrevistarnos con el/ella para conocer también su opinión. El sentido común parece aconsejar que no debe recargarse en exceso el horario extraescolar, pero que es bueno que se participe en actividades que añadan un complemento formativo a lo que la escuela o el instituto aporta. Si el alumno/a en cuestión tiene además buenos resultados académicos y no se siente presionado, mejor que mejor. Si por el contrario se aprecia un rendimiento escolar deficiente o muestra cierta tensión, ansiedad o fatiga, se nos estarán encendiendo unas luces de alarma que nos obligarán necesariamente a preguntarnos si no estaremos recargando la “jornada laboral” de nuestros hijos e hijas.
Para ampliar estas reflexiones dejamos el enlace a un interesante artículo aparecido hace unas semanas en el suplemento de Educación de El País, que incide en este asunto:
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario