sábado, 29 de junio de 2019

MI hijo/a ha suspendido: algunos consejos para las familias (I)

En estos días las familias están dando vueltas a los resultados escolares. Si nuestros hijos han aprobado en casa respiraremos aliviados y nos alegraremos por ello. Por el contrario, si han suspendido... ¿Estamos los padres preparados para ello? ¿Qué hacemos cuando hay cates para el verano? 
Aunque no hay respuestas definitivas, conviene saber que enfadarse, alzar la voz o humillar a su hijo no sirven de nada. Y castigarle para todo el verano tampoco. ¿Cómo reaccionar entonces?. Les proponemos que lean el siguiente artículo tomado del diario La Vanguardia:

"Tranquilidad, análisis realista y firmeza en la aplicación de soluciones. Tranquilidad, análisis realista y firmeza en la aplicación de soluciones. En eso, básicamente, consiste la receta que maestros, pedagogos y psicólogos dan a los padres a la hora de afrontar los suspensos de sus hijos. Sencilla ¿no? Entonces, ¿por qué lo primero que suelen hacer los padres cuando su hijo llega con uno o varios suspensos es echarse las manos a la cabeza, enfadarse, regañarle y lanzarle toda una retahíla de castigos y amenazas? “Nunca se viven bien los suspensos; los padres se preocupan mucho porque sus expectativas académicas y sociales se frustran, y eso les provoca una reacción de enfado y de culpa que a veces dirigen hacia el niño y a veces hacia ellos mismos reprochándose no haberle ayudado más”, explica Raquel-Amaya Martínez, especialista en educación familiar y relación escuela-familia de la Universidad de Oviedo.




Petra María Pérez, catedrática de Teoría de la Educación y miembro del Instituto de Creatividad e Innovaciones Educativas de la Universitat de València (UV), subraya que hoy los padres se miden mucho a sí mismos por el éxito de sus hijos en los estudios y en la vida, porque la deseabilidad social es tener una familia, que los hijos vayan bien en sus estudios, que no tengan conflictos y que se ganen bien la vida. “Por eso, cuando ven un suspenso, les da miedo que eso signifique que sus hijos –y por derivación ellos– van a ir mal en los estudios, van a tener un mal pronóstico para el futuro y van a fracasar”, comenta. Y opina que un suspenso no es para alarmarse ni desmoralizarse y, por el contrario, “a veces puede resultar un acicate, una manera de aprender a superar la frustración y a poner más recursos personales para superar las dificultades”. Pérez remarca que lo importante en estos casos es no desmoralizar ni humillar al chaval con comentarios del tipo “eres un vago”, “es que eres muy torpe” o “no vales para estudiar”. “Lo importante es no hacer creer al niño o al adolescente que por ese suspenso ya no es bueno para los estudios, porque está demostrado que es más predictor de éxito académico el autoconcepto académico que uno tenga que no la inteligencia”, alerta la especialista en educación de la UV. Por eso su receta es “decirle al hijo que él puede, que ha fallado y ha suspendido porque hay cosas que no ha entendido pero que podrá entenderlas con más atención y esfuerzo, animarle a superarse y apoyarle para que no se perciba como torpe y eso configure su autoconcepto académico”. Su recomendación es ver el suspenso como una forma de enfrentarse a la frustración de no haber alcanzado el nivel exigido porque se ha descuidado, y de superarla con esfuerzo en lugar de que frustrarse suponga abandonar o derive en agresividad.

Claro que no es lo mismo un suspenso que cinco, ni fallar en lengua que en plástica, ciudadanía o educación física. Por eso, lo primero, cuando llegan unas notas con suspensos, es tener una visión realista, analizar las causas. “Si un chaval suspende una o dos, quizás es que tiene problemas en un área determinada o ha tenido dificultades con algún contenido concreto; pero si suspende seis asignaturas, entre ellas algunas… en que lo único que se exige es cumplir con las tareas que encargan los profesores, es que falla todo: la planificación, la organización, el tiempo dedicado a los deberes, las técnicas de estudio… Y eso no se soluciona con castigos eternos ni con profesores particulares; son problemas que han de afrontar los padres”, resume Benjamí Montenegro, del centro de Barcelona EPDI.

María Jesús Comellas, profesora de la UAB, afirma que no tiene mucho sentido que los padres se echen las manos a la cabeza cuando sus hijos llegan con las notas porque los suspensos no son una sorpresa para nadie: “Hay suficiente información para ir haciendo un seguimiento de cómo van los hijos en la escuela; así que en lugar de recurrir a la bronca y el castigo, hay que sentarse con papel y lápiz y hacer un análisis conjunto (padres e hijo) lo más sereno posible sobre las causas, los primeros síntomas, el proceso y el resultado final. “Si no se analiza por qué ha pasado eso no dejará de pasar; y también es importante distinguir si el chaval intenta simplemente justificarse o se da cuenta de que no ha dedicado tiempo suficiente a sus tareas y por eso ha suspendido, porque es necesario, sin broncas, ajustar su pensamiento a la realidad”, explica. Montenegro coincide en que si un chaval llega con varios suspensos y los padres se sorprenden “es que la familia tiene problemas de comunicación y con el centro escolar”.



Una vez analizada las causas de los suspensos entre padres e hijo, los expertos recomiendan ir a hablar con el tutor. “Es importante ir juntos para que no quede la opción de decir luego que el chaval miente”, advierte Comellas. Petra M. Pérez advierte que no se trata de increpar al profesor con un “¿por qué ha suspendido a mi hijo?, sino plantearle “¿cómo podemos ayudarle?” y hablar de cómo se sitúa socialmente en clase, de si es un hecho puntual la caída de rendimiento, a qué obedece…."

miércoles, 26 de junio de 2019

Estudiar en verano: algunos consejos

Si tienes asignaturas pendientes para septiembre, tu tutor/a le ha entregado a tus padres orientaciones sobre lo que tienes que hacer (estudios, tareas, trabajos, repasos…) en cada materia no superada. Lee detenidamente esas indicaciones. Estos consejos pueden ayudarte a aprovechar mejor tus sesiones de estudio en verano.

¿Cuándo estudiar?
Elige una hora para empezar a estudiar y respétala. Se rinde más estudiando por la mañana, tras el desayuno. Trata de empezar a las 9 o las 10 (no más tarde). El tiempo que debes dedicar dependerá de las materias que tienes pendientes (al menos dos horas diarias). Respeta las horas de sueño y no te acuestes muy tarde.

Organiza tu tiempo. Hazte un horario realista… y cúmplelo.

No se trata de estudiar un día muchas horas y otro día apenas nada. No hay que quemarse, pero tampoco quedarse cortos… Debes compensar los esfuerzos y tratar de marcarte una rutina. Reserva un tiempo para cada materia. Prueba el horario una semana y corrige a la siguiente lo que no funcione. Lo mejor es que escribas el plan y el horario que te hayas marcado y lo tengas a la vista en tu cuarto para consultarlo.
(Los calendarios y hojas de planificación que hemos colgado pueden ayudarte).

Elige un lugar de estudio tranquilo y cómodo.
Preferiblemente un sitio fijo: tu habitación, el salón de tu casa, una biblioteca… El lugar debe ser tranquilo, sin ruidos y con suficiente ventilación para no pasar calor. Ponte cómodo para estudiar, con ropa ligera, postura relajada y con buena luz.

Ten a mano todo el material.
Para centrarte bien en los estudios y no levantarte continuamente a buscar o coger libros, cuadernos y apuntes, ten a mano todo lo que necesitas preparándolo el día anterior. No tengas el ordenador conectado, a no ser que lo necesites para estudiar. Si es así, apágalo inmediatamente después de usarlo.

Evita las distracciones.
En tu mesa o en tu lugar de estudio no debes tener nada que te distraiga. Si es preciso, sácalas de tu cuarto. Evita tener a mano el móvil, el mando de la tele, la consola… No estudies con música ni con la radio puesta. Respeta el tiempo de estudio. Diles a tu familia y amigos que no te interrumpan mientras estudias y trabajas.

Sigue una rutina en las sesiones de estudio.
Empieza a trabajar por las áreas o temas que consideres de dificultad media, sigue con lo más difícil y acaba con lo más fácil. Comienza con un vistazo general de los temas para tener una idea de lo que tienes que estudiar. Puedes parar un ratito cada hora (5 minutos) para beber agua, estirar las piernas o despejarte un poco. Si haces pausas muy prolongadas, perderás la concentración y no aprovechas el tiempo.

Repasa todos los días.
Al acabar la sesión de estudio, dedica cada día 15 o 20 minutos a repasar todo lo que has visto, a tratar de recordar lo estudiado, a volver a leer lo que no que quedó claro… De esta manera iremos preparando el camino para que cuando se acerquen los exámenes, podamos dedicarnos a dar el repaso final y a memorizar.

… y disfruta también del verano.
Si te organizas bien hay a tiempo para todo. Podrás tener la tarde entera o los fines de semana para disfrutar de las vacaciones. Piensa en los exámenes de septiembre como una nueva oportunidad para mejorar tus resultados. ¡Mucho ánimo! ¡No te rindas!.




viernes, 21 de junio de 2019

IV Escuela de Verano AFAMEDIS, para personas con discapacidad intelectual



Se va acercando Julio... y aquí os presentamos la IV Escuela de Verano Afamedis.

Nuestra Escuela de Verano va dirigida a personas con discapacidad intelectual mayores de 12 años y en la cual disfrutarán de un programa de actividades muy diverso y adaptado a las características de cada alumn@.

Actividades Deportivas, Cocina Creativa, Manualidades, Fiesta del Agua... y una excursión semanal !! Todas estas actividades serán llevadas a cabo por equipo de profesionales Afamedis que cuentan con formación especializada y una gran experiencia.

+ información e inscripciones a través del 622553624, afamedis@gmail.com o en nuestras redes sociales.

martes, 18 de junio de 2019

Formación Profesional Básica en Jerez: Curso 2019/2020

domingo, 9 de junio de 2019

Reflexionando ante la 3ª Evaluación. Balance del curso
Actividad de tutoría




-Descárgate la Ficha Individual
-Descárgate la Ficha de Grupo

jueves, 6 de junio de 2019

TDAH: el trastorno más diagnosticado en la infancia y adolescencia


Artículo de Rafael Guerrero
En la actualidad es frecuente escuchar en conversaciones tanto en casa como en las escuelas que aseveran de manera contundente que “mi hijo tiene déficit de atención porque no se concentra en las tareas escolares”, “a este niño le pasa algo porque sólo rinde cuando le interesa” o “voy a ver si le llevo a algún sitio para que le hagan la prueba del déficit de atención”. Y no tenemos en cuenta que el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, más conocido por sus siglas TDAH, es un trastorno serio, muy serio, que implica una desadaptación importante en la gran mayoría de contextos donde se desarrolla el niño o el adolescente. De hecho, el TDAH es el trastorno más diagnosticado en la infancia y en la adolescencia tanto por médicos como por psicólogos. Hablar es gratis. Y todos hablamos del TDAH como si fuéramos expertos en dicho trastorno, pero muy pocos saben realmente lo que es el TDAH y sus implicaciones.
¿Qué es realmente el TDAH? Según el DSM-5, la biblia de los trastornos mentales, el TDAH está encuadrado en los trastornos del desarrollo neurológico, o lo que es lo mismo, los trastornos del neurodesarrollo. ¿Y esto qué quiere decir? Todos los trastornos del neurodesarrollo implican una inmadurez en el desarrollo del encéfalo. Y en el caso concreto del TDAH, ¿qué encuentran los estudios científicos? Que el desarrollo del cerebro en estos niños y adolescentes tiene un desfase o inmadurez equivalente a un 30-35%. ¿Y esto que supone en la práctica? Pues que el niño de 15 años que está diagnosticado de TDAH y se le exige un rendimiento académico equivalente a un chaval de su edad, tiene un funcionamiento cerebral equivalente a un niño de 10-11 años, es decir, que funcionalmente estaría en 5º o 6º de Educación Primaria. Por lo tanto, ese desfase es muy significativo. Una de las muchas creencias que hay en relación al TDAH es que son niños muy inmaduros. Claro que son niños inmaduros: tienen un trastorno del neurodesarrollo, lo que implica que su desarrollo es un tercio más lento de lo “habitual” o “normativo”. Por lo tanto, el TDAH es un trastorno crónico, pero en función de los apoyos que reciba el niño o adolescente, estaremos en presencia de mayor o menor problemática para el menor. Si somos capaces, tanto los familiares como los maestros, de darles a estos niños las “muletas” que necesiten durante el tiempo que las necesiten, estaremos contribuyendo a que este niño se mueva en entornos adaptados. De lo contrario, sólo encontraremos problemas, conductas desafiantes en todas partes y sufrimiento, mucho sufrimiento.

Por lo tanto, el TDAH es un trastorno crónico, pero en función de los apoyos que reciba el niño o adolescente, estaremos en presencia de mayor o menor problemática para el menor
Si entendemos el TDAH como un trastorno del neurodesarrollo llegaremos a la conclusión de que existen diferencias entre el cerebro de un niño con TDAH y otro niño que no tiene TDAH. Son numerosos los estudios que encuentran diferencias en varias estructuras del encéfalo, pero la zona del encéfalo más inmadura y con mayores repercusiones en los niños con TDAH es, sin lugar a dudas, la corteza prefrontal. Es por ello que habitualmente digo que el TDAH es un trastorno, una disfunción o un problema de la corteza prefrontal. ¿Y qué hay en la corteza prefrontal para que tenga tales repercusiones? En dicha estructura es donde se localizan las funciones ejecutivas, es decir, lo que nos diferencia cualitativa y cuantitativamente del resto de las especies: concentración, control de impulsos, memoria operativa, planificación, flexibilidad cognitiva, autorregulación emocional, toma de decisiones, capacidad de auto refuerzo, conciencia, etc. Como podéis ver, todas estas funciones ejecutivas están orientadas al futuro. Me concentro y controlo mis impulsos porque eso supone una ventaja de adaptación futura que no supondría no poder concentrarme y no controlar mis impulsos. Este es el motivo por el cual considero que el TDAH es un problema adaptativo. En los niños con TDAH se observa que la dopamina y la noradrenalina, dos neurotransmisores esenciales para la concentración y el control de impulsos, son deficitarios si los comparamos con niños que no están diagnosticados de esta patología. Si tuviera que elegir un sinónimo para TDAH sería, sin lugar a dudas, autogobierno. El niño y el adolescente con este trastorno tiene una dificultad para autogobernarse, es decir, para hacerse cargo de sí mismo, motivo por el cual precisa de refuerzo y seguimiento externo en todo momento.

Los síntomas de este trastorno son de sobra conocidos por todos: dificultad para concentrarse, hiperactividad, impulsividad, dificultad para reconocer y regular sus emociones, baja tolerancia a la frustración, rigidez cognitiva, necesidad de estímulos y refuerzos externos, dificultad en la toma de decisiones, pobre lenguaje interno, baja auto motivación, poca perseverancia, etc. Todos estos síntomas que en mayor o menor medida están presentes en los niños y adolescentes con TDAH se deben a esa inmadurez de la corteza prefrontal. No son capaces o tienen verdaderas dificultades a la hora de hacerse cargo de sí mismos (autogobierno). El TDAH es uno de los pocos trastornos en donde la manifestación o expresión de los síntomas es criticada y señalada por los demás. A nadie se le ocurre señalar a una persona invidente por tener dificultades para desplazarse de un sitio a otro, pero en el caso del TDAH, los síntomas (hiperactividad, dificultades de concentración, regulación de las emociones, etc) sí que es algo que se señala y les estigmatiza.
Si nos preguntamos por la frecuencia de este trastorno en nuestros jóvenes, la mayoría de los estudios concluyen que se da en un 5-7% de los escolares, lo que supone que en cada clase de primaria o secundaria hay, de media, uno o dos alumnos con TDAH. Además, aunque el diagnóstico sea de TDAH, existen tres presentaciones o subtipos diferentes de TDAH: inatento, hiperactivo-impulsivo y combinado. ¿Sabéis cuál es el más frecuente? El TDAH de subtipo inatento es el más frecuente pero es el que menos se detecta y se diagnostica porque es el menos visible (síntomas internalizantes). También debemos tener en cuenta que este trastorno es más frecuente en niños que en niños. Hay tres o cuatro niños por cada niña con TDAH.

¿Y cuáles son las causas el TDAH? La mayoría de estudios concluyen que el factor que tiene mayor peso en este trastorno es la genética por encima del ambiente. Ahora bien, sabemos por los estudios epigenéticos (cómo el ambiente influye y moldea los genes) que el ambiente (padres, escuela, profesores, grupos de iguales, medios de comunicación, normas y límites, etc) es determinante en la expresión del TDAH.
Y ya para acabar, me gustaría dedicar unas palabras a la evaluación y el diagnóstico del TDAH. La evaluación del TDAH, y de cualquier otra patología, requiere de tiempo, cariño y dedicación. No existe la prueba del TDAH. No podemos administrar una única prueba, como si fuese un test de embarazo o un alcoholímetro, para ver si realmente el niño lo tiene o no. Este trastorno se evalúa y se diagnostica mediante un juicio clínico, ya que tenemos que valorar cómo y cuánto influyen la manifestación de los síntomas sobre el día a día del niño (adaptación vs desadaptación). El problema que tenemos hoy en día es que, en ocasiones, estamos diagnosticando el TDAH en base a los síntomas que presenta el niño. 
Pensemos en la siguiente situación. Los padres de Juan están tendiendo desde hace un año un divorcio muy convulso y complejo; por otro lado, la dinámica familiar de Sara es un verdadero caos, ya que no hay normas, límites, cariño explícito, sus padres apenas pasan tiempo con ella puesto que trabajan hasta tarde, etc. ¿Veríais normal que tanto Juan como Sara se mostrasen dispersos en el colegio, se comporten de manera impulsiva, les cueste regular sus emociones, baje su rendimiento académico de manera significativa y se encuentren desmotivados? Casos como los de Juan y Sara están siendo diagnosticados a diario como TDAH. Por este motivo es imprescindible que no se diagnostique este trastorno solamente en base a la expresión o manifestación de sus síntomas. Dediquemos tiempo y cariño a nuestros niños con TDAH o con posibilidad de tener TDAH para valorar si realmente se trata de un caso de TDAH o no. Ellos lo merecen, y sus familias, que sufren con ellos, también.
*RAFAEL GUERRERO TOMÁS es psicólogo y doctor en educación. director de Darwin psicólogos y autor del libro “Educación emocional y apego. Pautas prácticas para gestionar las emociones en casa y en el aula” (2018).

lunes, 3 de junio de 2019

Los "Buenos Compañeros"

En muchos centros, -como viene sucediendo en el nuestro desde 2011-, se suele hacer cada final de curso un reconocimiento público a aquellos alumnos y alumnas que han sido los “mejores compañeros y compañeras” de cada clase.

En nuestro caso esta idea partió como una iniciativa propuesta por la AMPA del instituto para fomentar las buenas relaciones entre el alumnado, con el propósito de reforzar socialmente y premiar a aquellos alumnos y alumnas que habían destacado especialmente por su compañerismo.

Para apoyar la idea, los tutores y tutoras de cada grupo están realizado en la hora de tutoría diferentes actividades destinadas a trabajar en las clases cuestiones relacionadas con el fomento de las relaciones positivas entre el alumnado. Una de estas actividades ha estado centrada en  que cada grupo elabore un “Decálogo de los buenos compañeros y compañeras”. Por parejas, se hace una primera propuesta que se completa posteriormente  en una puesta en común hasta confeccionar un “decálogo” en cada grupo, después de haber debatido colectivamente acerca de las principales características que deben confluir en un buen compañero/a. Tras realizar este trabajo, en cada clase se han propuesto las personas (un máximo de 3) que pueden acercarse a estos perfiles.

Así, se eligen “los mejores compañeros y compañeras”, entendiendo por tales a quienes hubiesen venido mostrando a lo largo del curso una actitud positiva de colaboración y apoyo en las relaciones con sus iguales.

Desde el instituto queremos seguir fomentando estas actividades, apostando también por el reconocimiento público y el refuerzo social de aquellos alumnos y alumnas que día a día contribuyen a mejorar el clima de convivencia en las aulas y en el centro y que son reconocidos por los demás como “los mejores compañeros y compañeras”.