En una fecha tan especial, os dejo este hermoso poema de Miguel Hernández con mis deseos de que vuestros zapatos se llenen del calor de los que os quieren y de la fuerza que necesitamos para trabajar por un mundo más justo. En estos días en los que la fiesta de los Reyes lo preside todo y no faltan en cada casa un buen puñado de juguetes, conviene recordar, pensar, reflexionar, sobre otras realidades. Este poema, que he trabajado en alguna ocasión en clase con mis alumnos, es una buena herramienta para ello.
LAS DESIERTAS ABARCAS
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraba los días
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.
Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y unos hombres de miel.
Por el cinco de enero
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
Poemas sueltos IV. Poesías completas.
Madrid: Aguilar, 1979, pp. 517-518.
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