Nuestra compañera Eugenia Jiménez Gallego, psicóloga y orientadora en el
IES Isla de León de San Fernando ha publicado hoy un interesante artículo en DIARIO DE JEREZ cuya
lectura recomendamos a todos los padres y madres:
"En España hay una preocupación habitual en los medios
por los niños con sobrepeso que rozan la obesidad. A mí, particularmente, me
preocupan los que tienen sobrepeso emocional.
Me preocupan no sólo porque los veo sufrir a su corta
edad, sino porque observo que su número va en aumento año tras año. Chicas que
una semana tras otra nos encontramos en el pasillo del instituto,
hiperventilando con una crisis de ansiedad que termina en urgencias. Chicos
desatentos en clase porque su mente está en casa, en lo que allí sucede, y se
remueven inquietos en el pupitre. Y tras esos síntomas, una y otra vez, descubro
adolescentes con una posición inadecuada en su sistema familiar.
Los alumnos/as con ansiedad son en muchos casos
cuidadores emocionales de sus padres. Hijos que protegen por ejemplo a una
madre que se ha quedado sola tras un divorcio que nunca deseó o a unos padres
frágiles que no pueden ser sensibles a las necesidades de sus hijos porque
ellos mismos necesitan ser cuidados. Así, estos chicos se convierten en
pequeños adultos, en padres de sus padres.
Escuchar su historia conmueve a la vez que sobrecoge.
Con cuatro años ayudaban en casa, siempre recogían los juguetes, nunca tuvieron
que recordarles las tareas del colegio. Median en las discusiones de sus padres
y aconsejan a sus hermanos. Son además los más preocupados por los problemas de
sus amigos y los más autoexigentes en los estudios. Orgullosos de su posición
en la familia pero con sobrepeso emocional, muchos de ellos han probado ya los
ansiolíticos.
Aún más quebrados veo a los chicos implicados en la
conflictividad conyugal. No tanto a los chiquillos que la sufren desde su lugar
natural de hijo estremecido, sino a los que se convierten en aliados de una de
las partes y niegan a la otra, los que defienden, riñen, se enfrentan a un
adulto poniéndose a su nivel.
Sospecho que todo esto tiene que ver con la
sobreexposición actual de los menores al mundo adulto. Hoy los padres
divorciados en conflicto les cuentan los detalles de sus disputas y del dinero
que les deberían pasar, lanzándolos sin compasión a lo más sórdido del mundo de
los mayores. Pero esta conducta no es privativa de los divorcios, sino que
muchos matrimonios estables les cuentan también sus problemas. En otra época,
cuando un niño se aproximaba a dos adultos que charlaban, la frase acordada era
"hay ropa tendida" para cambiar de conversación. Hoy hemos pasado de
ese extremo a inundarlos con cuestiones que deberían ser del ámbito exclusivo
de los padres.
Cierto es que durante años nos han bombardeado con la
idea de que tenemos que comunicarnos con nuestros hijos, pero sin orientarnos
sobre cómo hacerlo. Lo que ayuda a los niños es que les hablen sobre las
razones de las normas que les atañen, de las decisiones familiares que les
implican, explicarles que no son los culpables de las separaciones. Pero no les
beneficia saber los detalles de la crisis de la pareja ni de los desacuerdos en
las pautas educativas. No necesitan escuchar: "Tu padre es demasiado duro
contigo, si traes malas notas no se lo diremos", "tu madre nos dejó
porque conoció a otro", "tu padre ya no me hace caso como
antes".
Pero ¿cómo dejar de apoyarnos en ese hijo que nos
comprende y nos escucha, cómo negarle que se enfrente a nuestra pareja o ex
pareja cuando creemos que es eso lo que el otro merece? Por amor, por ese
inmenso amor que les profesamos.
Un alumno de trece años me lo expresaba hace poco:
"He comprendido que yo soy un niño que tiene que dedicarse a las cosas de
niño y mi madre tiene que buscar a otros mayores para que le ayuden en sus
problemas de mayores". Afortunadamente, ella también lo entendió. Otros
padres conscientes empiezan a decir con más frecuencia: "Gracias, cariño,
por querer ayudar, pero éste es un tema de papá y mamá".
El pasado 24 de enero se celebró el I Encuentro
Intersectorial de Salud Mental en Cádiz, donde nos reunimos muchos
profesionales preocupados por el llamativo incremento de demandas de atención
médica a menores que sufren. Y allí se habló del problema de los niños
"confidentes", de los niños "colchón" que median entre los
padres, de los niños "edredón" que arropan al que consideran víctima,
de los niños "escindidos" que no tienen permiso para nombrar a uno de
sus padres delante del otro. Y se trató la urgente necesidad de dejar a los
menores al margen de muchas cosas.
Los profesionales estamos dispuestos a ayudar a las familias en este camino, pero necesitamos a los padres, que son los primeros en el corazón de sus hijos, atreviéndose a dar este difícil paso de protección y de amor."
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